La convocatoria de este Año Jubilar es la culminación, hoy, de este proceso de misericordia para el tercer milenio que se inició en el Paraíso. El Papa nos recuerda: Dios no se cansa de nosotros, ¡no se cansa! Y durante todos los siglos ha hecho lo mismo a pesar de mucha apostasía del pueblo. Y Él siempre vuelve porque es un Dios que espera desde aquella tarde en el paraíso terrenal. Adán salió del paraíso con dolor y con una promesa. Y Él es fiel a su promesa ya que no se puede negar a sí mismo. Es fiel. Es el Dios que nos espera, siempre.
El Jubileo se refiere a la gran puerta de la misericordia de Dios. El Señor no fuerza nunca la puerta: Él también pide permiso para entrar… «Mira, estoy de pie en la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo». ¡Imaginemos el Señor que llama a la puerta de nuestro corazón!
En la carta que escribió para concretar aspectos de cómo vivir este año jubilar y que podemos leer aquí, dice:
«Para vivir y obtener la indulgencia los fieles están llamados a:
hacer una breve peregrinación hacia la Puerta Santa (cualquiera de las abiertas en todo el mundo) como signo del deseo profundo de auténtica conversión;
unir este momento, ante todo, en el Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la santa Eucaristía con un reflexión sobre la misericordia;
acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración para mí y para las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo;
los enfermos y las personas mayores y solas, que no puedan salir de casa, será de gran ayuda vivir la enfermedad y el sufrimiento como experiencia de proximidad al Señor. Que reciban la comunión o participen en la santa misa a través de los medios de comunicación, así será para ellos la manera de obtener la indulgencia jubilar.
Para los presos, que experimentan la limitación de su libertad, el Jubileo será la ocasión para que todos ellos llegue realmente la misericordia del Padre. En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad».
Y también nos recuerda que este año debemos vivir más intensamente las obras de misericordia, tanto las corporales como las espirituales: todo un programa para comprometer más nuestra vida en el trato con las personas que tenemos alrededor: padres, hijos, nietos, amigos, compañeros, vecinos… y con los que se encuentran en la periferia de su propia vida: solos, desamparados, con adicciones, presos, abandonados sin esperanza…
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